Mito sobre el nacimiento de Afrodita:
Afrodita, llamada Venus en la mitología romana, es conocida
desde tiempos muy remotos como diosa del amor y deseo carnal, la belleza y la
reproducción.
Según la Teogonía de
Hesíodo, su nacimiento es fruto de la unión entre Urano, dios personificador
del cielo, y Gea, diosa personificadora de la tierra. Pero Afrodita no fue la
primera hija de este matrimonio, pues antes que ella, Urano y Gea engendraron a
la primera generación de Titanes, engendraron a los Cíclopes y también a los
Gigantes. Pero tal era el odio que Urano sentía hacia sus hijos por temor a ser
derrocado de su trono por ellos, que durante mucho tiempo los condenó a
permanecer enterrados bajo tierra, en el seno de su madre Gea, sin poder salir
nunca al exterior.
Gea, cansada de concebir hijos que no llegaban nunca a salir
de ella, y movida por el amor que les profesaba, urdió un plan para liberar a
su descendencia de las tinieblas. Usando el factor de la sorpresa para su
beneficio, contó para ello con la ayuda de uno de sus hijos, el más joven de
los Titanes, conocido como Cronos, pues Gea conocía que el odio que Urano
sentía por sus hijos, en el caso de Cronos, era un odio recíproco. De ese modo,
la Madre Tierra dotó a su hijo con una hoz adamantina, y esperó a que Urano descendiera
en la noche para cubrir al mundo con su manto estrellado.
Fue entonces cuando,
mientras Urano yacía con su esposa Gea, el joven titán Cronos aprovechó
para cortar los genitales de su padre, y siguiendo las órdenes de su madre, los
arrojó al mar. La sangre del dios del firmamento fue goteando en la tierra
fértil, fecundándola, y naciendo de ésta las Erinias y las Melias. Pero como
estaba planeado, las partes pudendas del dios acabaron cayendo en el agua
salada.
Poco a poco, del mar se fue surgiendo una espuma blanca como
el nácar, de la que brotó una doncella, de edad adulta, que emergió con
delicadeza y suavidad, cobijada en una enorme concha de madreperla. Se atisbaba
ya que sería la más bella de todas las mujeres habida entre las diosas.
En ese momento, los céfiros impelieron con su aliento la
concha hasta la isla de Chipre, donde las Horas, coronadas de oro y exultantes
de alegría con la llegada de joven diosa, la vistieron con un vestido perenne y
adornaron su larga caballera dorada con sencillas violetas silvestres. Nada más
acabar, la diosa fue conducida hasta el Olimpo de los Dioses, donde fue
presentada y aclamada con admiración.
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El Nacimiento de Venus, de Tiziano |
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El Nacimiento de Venus, de Antonio Maria Esquivel |
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El Nacimiento de Venus, de Cabanel |
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El Nacimiento de Venus, de Cornelis de Vos |
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Venus, de Picasso |
Se trata de un pintor francés, que vivió entre 1825 y 1905, y dedicó su vida
enteramente a la pintura. Pasó una buena parte de su adolescencia en compañía
de su tío Eugène, cura de la iglesia de Saint-Étienne, lo que pudo ser uno de los
alicientes que estimuló su dedicación a las artes plásticas. A los 16 años,
Bouguereau ya estudiaba dibujo con uno de los discípulos de Ingres. Tras una
dilatada educación en pintura, consiguió una beca para estudiar en Roma,
concretamente a la Villa Médici, donde pudo empaparse de la pintura italiana. De
vuelta a Francia, volvió a alzarse con un galardón otorgado por el Salón de
París, llevando su fama hasta oídos del emperador Napoleón III, quien le
encargó un retrato de él y su esposa, entre otros. Pero su plenitud pictórica
llega cuando en 1881, Bouguereau es elegido presidente de la Sociedad de
Artistas Franceses. El pintor, aclamado en toda Europa, acabó postrado en una
cama debido a su precaria salud en 1903, muriendo de un ataque cardiaco en 1905
junto a su esposa, y también artista, Elizabeth Jane Gardner.
Su estilo conjuga el retrato fotográfico, de
temática principalmente religiosa o mitológica, de suave trazo, con numerosos
desnudos impregnados de tintes casi eróticos. Pertenece a los pintores
academicistas, y en sus obras podemos encontrar aquello que la burguesía quería
ver en esos momentos: mujeres desnudas, tiernas, casi adolescentes, delicadas y
limpias. Gracias a la capacidad para plasmar este tipo de escenas, el pintor
era capaz de hacer entender a todo el que mirara sus obras, el complejo mundo
de la mitología clásica. Se le atribuyen más de 800 obras, donde la mayoría
tienen por protagonista el cuerpo femenino.
En la obra de la que hablaba al principio, El Nacimiento de Venus, la diosa se
presenta momentos después de emerger del mar, sobre la concha de madreperla,
rodeada de tritones y nereidas, que observan
el nacimiento; todo ello acompañado de numerosos puttis, que completan la
escena (destacando los dos angelotes del primer plano, montados sobre un delfín
con riendas).
Lo más llamativo de la obra, es esa capacidad para ensalzar
la figura femenina de un modo sensual, y casi erótico; la maestría con la que
el pintor plasma la delicadeza de la piel, que se atisba suave, sensible,
nívea... La sinuosa curva del cuerpo de Venus, el contraposto sobre la concha,
la manera en la que aparta la larga melena de tirabuzones, o el gesto de la
dulce cara. Todo ello está dirigido a ensalzar la belleza y la delicadeza de la
figura femenina, y su poder de seducción. Bouguereau quiere transmitir una
beldad terrenal, cercana y real, al alcance del espectador. Como hemos dicho
antes, pintaba aquello que la sociedad quería ver. La chica representada en el
cuadro podría identificarse con una diosa, o con una joven de la época, sin
distinción.
Se trata de una obra destinada a alimentar los sentidos, con
un muy ligero trasfondo espiritual, aunque no del todo exento, enfatizado sobre
todo por el ambiente etéreo, el juego de luces y sombras entre el primer plano,
el segundo, y la cúpula celeste.
Para mí, una delicia visual, como casi todas las obras que
podemos encontrar en este pintor. Delicadeza, sutileza, dulzura, ternura, pero
al mismo tiempo sensualidad, casi erotismo. Cuerpos desnudos, nunca perfectos,
voluptuosos y reales, con sus imperfecciones, las cuales aportan todavía más
credibilidad a la obra, y la hacen mucho más cercana al espectador.
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