A veces, en los peores momentos, es cuando te das cuenta de que algo te está rompiendo de dentro hacia fuera. Quizá hasta ese momento no eres consciente; quizá hasta ese momento no eres capaz de pararte a pensar que ese algo está ahí; o quizá simplemente llevas semanas cerrando los ojos, ignorándolo adrede, porque sabes que si le haces caso, acabarás muriendo de dolor.
Es en esos momento cuando te das cuenta de que ese algo existe, que tienes que hacer algo con ello, pero... También es entonces cuando tu fuerza ha dejado de acompañarte. Momentos de debilidad, en los que tienes que demostrar una entereza que no tienes. Necesitas valor para levantar aquello que se ha caído, necesitas valor para levantarte a ti mismo. Pero es irónico que necesites todo eso cuando más débil eres. Justo cuando más lo necesitas, no está.
Dicen que el tiempo todo lo cura, que la distancia ayuda a olvidar, y que no hay mal que por bien no venga. Un amplio refranero popular, que no sé si tendrá razón o no, pero el que no se consuela, es porque no quiere. Y yo ahora necesito el consuelo de que todo esto será verdad. ¿Será de cobardes agarrarse a la incertidumbre y la esperanza? No lo sé, pero la verdad, me da igual.