miércoles, 20 de julio de 2016

Etcétera.

Te agarras con uñas y dientes al flotador que te mantiene a salvo, a lo único que te mantiene con vida; dejas todo tu ser en manos de aquello hace de parapeto entre tú y un acantilado tan alto como letal. Y a mitad del camino, el flotador se pincha, y tú estás hundiéndote, respirando agua negra; y el parapeto se desintegra, mientras vuelas en una caída libre desde el cielo al infierno... ¿Qué queda entonces? La banda sonora de fondo, y un etcétera en el aire.


Canto esto para un cielo hecho todo de metal, hoy que el suelo abre a mis pies 
grietas anchas como el mar.
Os querré por la belleza oculta en vuestro interior.
Os querré por la salud que adivina cierta piel gris, cierto aliento agrio...
Ya es de día y se ha instalado aquí el terror.

Nadie a quién amar es nadie a quién dañar, etcétera.

Morirme de sed, mas por una vez nadie muere a mi lado.

Y me pregunto en días como hoy, ¿cuántos son y dónde están?
Y me admira lo capaz que soy de aguantar ad nauseam.
Y contemplo en el espejo las escamas de mi piel. Y rezo para salir de mi pellejo. Y rezo para huir muy lejos de aquí, muy lejos de mí... Piel que torna gris.
¿Qué dirán de mí si me ven así? 
Podría llorar... Pero me voy a reír.


Nadie a quién amar es nadie a quién dañar, etcétera.
Morirme de sed, mas por una vez nadie muere a mi lado.