No fue la casualidad la culpable de que, justo dos años después, volviera a estar en el mismo lugar. Con las manos puestas sobre el teclado, la música de fondo y las sensaciones chocando entre sí, peleando por salir a borbotes del pecho.
Y quiso culpar a la pandemia, pero no pudo. Y quiso culpar al tiempo libre y la inspiración, pero tampoco pudo. Porque en el fondo sabía que fue el simple e irrefrenable deseo de querer verter en algún sitio las mil malas (malísimas) ideas que cruzaban su mente buscando un letrero en el que se leyera "EXIT".