¿Qué alberga la noche?
La noche transcurre imparable, ante un silencio sólo roto por los ladridos de algún pobre perro callejero, sin un dueño que lo haga callar y los insistentes ronquidos de aquel que sueña en la habitación contigua.
¿Y qué más? El brillo de una luz titilante que se abre paso entre cortinas y cristales, y el suave reflejo carmesí de un televisor que aguarda en standby.
¿Y qué más? Las sombras proyectadas en penumbra que esperan el ocaso para renacer de la oscuridad y varios pares de ojos cosidos en guata que escrutan el silencio desde lo alto.
¿Y qué más? Cientos de libros usados y por usar, en cuyo interior se esconden miles de personas y realidades que forcejean entre sí por salir a la noche.
¿Y qué más? ... ¿Eh? ... ¿Qué más?
Nada. Nada más. Sólo silencios rotos, brillos titilantes, sombras en penumbra y libros expectantes. Nada más.
Que la noche siga el curso que le deparan las nornas hasta su muerte con el sol. Que nada mañana volverá a tener nombre.