Encontró una vieja puerta desvencijada a la que hacía meses que no se asomaba. Sabía que lo que había detrás podía no gustarle. Pero aquella noche, se sitió valiente, fuerte, deseosa de recordar, y entró.
Craso error.
Craso error.
Las verdades, disfrazadas de metáforas, la esperaban con puñales en las manos. Los vestigios de un tiempo pasado, un tiempo feliz, le abofetearon la cara sin aviso. Y la que entonces fue una dulce evocación de momentos y presentes ya pasados, le llenó la boca de un amargo sabor.
¿Y ahora?
Ahora sólo queda esperar a que las heridas que un día mojaron sus manos con sangre roja, vuelvan a ser sólo cicatrices. Ahora sólo queda buscar sábanas ajadas entre los muebles cubiertos de polvo para intentar contener los ríos de experiencias añejas.
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